EL PROSELITISMO DE ANTAÑO 1923

Hasta comienzos de la década del '20 a lo largo de diez años de ejercicio del sufragio, los electores santarroseños tenían como mejor preocupación que sus representantes fueran administradores hones­tos, que cuidaran la higiene del matadero y del mercado,

El proselitismo de antaño

Hasta comienzos de la década del ’20 a lo largo de diez años de ejercicio del sufragio, los electores santarroseños tenían como mejor preocupación que sus representantes fueran administradores hones­tos, que cuidaran la higiene del matadero y del mercado, el estado de las calles, los cercos y las veredas. Hubo también otras preocupa­ciones mayores, como la municipalización de los servicios públicos, carnicería y panadería que no se concretaron pese a figurar en la plataforma de los socialistas.

Pero en 1923 sobrevendría un hecho que conmocionó al pueblo. Había que renovar el contrato con una compañía privada dueña de la usina eléctrica, que se ocuparía del alumbra­do. Lastratativas para favorecer a sus propietarios con un contrato muy ventajoso y prolon­gado, dieron motivo a duras polémicas y seria oposición de los grupos que no estaban representados en el Concejo Deliberante, y aún dentro de las propias filas del radicalismo gobernante.

Alguien expuso la teoría de la municipalización del servicio eléctrico que, años después, conllevaría a las pobladores santarroseños a la gran conquista que significó la creación de la Cooperativa Eléctrica como productora y distribuidora del fluido. Y esto también es para otra historia.

Lo cierto que aún con el gran problema de la renovación del contrato sobre alumbrado (“La Autonomía” sentenciaba: “pobre alumbra­do de Santa Rosa si el vecindario se duerme.”) el Concejo Deliberante debió convocar a elecciones para el día 4 de noviembre de 1923
a fin de elegir a los tres concejales que con­cluían su mandato; el Intendente Neveu y los señores Sansinanea y Palasciano.

Los socialistas y los independientes (UVI) se abstuvieron de presentar candidaturas lo que, sumado a la continencia del electorado (escasa prédica electoralista previa, ausencia del 50 por ciento de los votantes el día del comicio) se interpretaba como una reprobación a la peligrosa conducta de los radicales en el tema del alumbrado.

El radicalismo concurrió con candidatos propios y, ante la abstención de los otros dos grupos opositores, un poco con apuro se formó la Unión Popular que, aún sin manifestar abiertamente su orientación ideológica, llevó al triunfo a un abogado socialista, el doctor Alfonso Corona Martínez que así aparece en el escenario político local.

“Corona” como “lo llamaban sus amigos, logró 416 votos seguido por su compañero de lista don Pedro Navarro Sarmiento que obtuvo 412 votos. Ellos fueron los concejales de la mayoría, y el comerciante señor Ambrosio Sansinanea con 407 votos, ingresó por la minoría, con lo cual los radicales mantenían la primacía en el Concejo, ya que los dos concejales restantes en ejercicio de sus man­datos, eran también del Comité Del Valle.

“La Autonomía”, que por lo visto, predicaba en tono muy valiente, denunció la existencia de un fraude entre los propios radicales, que habrían dado algunos votos al señor Navarro Sarmiento (de la Unión Popular), para hacer que el señor Sansinanea desplazara a su correligionario el doctor Oscar Bacigaluppi, incorporado al partido Radical y que, sin perjuicio de sus calidades humanas, aparecía luego como una figura caudillesca multifacética y especial.

Reconstruir los momentos previos y el comicio en sí, vividos por los pobladores de nuestra querida Santa Rosa, resulta difícil aún mezclando sucintas crónicas de los únicos diarios salvados por el Archivo Histórico de la Provincia (“La Capital”) y “La Autonomía”) y los recuerdos de algunos de los pocos antiguos vecinos y aún la propia memorización de quien escribe éstos apuntes.

La convocatoria a elecciones, con mayor o menor expectativa popular, no se hacía sino un mes o poco más, antes de la fecha elegida. Ya para entonces se había procedido a la actualización de los padrones y a su depuración. Conocida la fecha de la lid electoral, los llamados partidos tradicionales, el Radical y el Socialista, llamaban a sus afiliados a asamblea para elegir candidatos.

Los radicales se reunían en casa del comer­ciante Yarza (Pellegrini y Quintana), y los socialistas en la Casa del Pueblo (hoy Lagos y 25 de Mayo). En el año 1 925, los “gringos” y criollos del socialismo construyeron la actual Casa del Pueblo en Juan B. Justo 145, que desde entonces se eleva sólida y sobria. La Casa Radical (Yrigoyen 459) fue construida en la década del ’30. Otras agrupaciones nacían pocas semanas antes del comicio y fenecían con el primer traspié electoral.

En la tarea de captar votantes, los más proclives a las conferencias públicas eran los socialistas, que traían oradores porteños como refuerzo. Otras agrupaciones preferían los asados criollos y las promesas. Recuerdo que un vecino que por años fue capataz municipal, manejaba discrecionalmente un cuadernito donde anotaba los jornaleros para darles traba­jo “… después que ganemos…”, decía…

En la década del 30/40, radicales y socialistas luchaban sin otros rivales, salvo la esporádica aparición de un partido conservador escin­dido de los radicales, denominado Unión Pampeana, que llegó a ganar bancas en el Concejo.

Los dos bandos (radicales y socialistas) lanzaban su plataforma y la explicitaban públi­camente en “actos en cadena”. Al atardecer arrancaban dos grupos, uno en la Villa Santillán, y otro en el “boliche” de Ciruelo (Villa Alonso). Los primeros, tras hablar a los de la Villa, se trasladaban al Barrio Enriqueta, en la esquina del “boliche” de don Santos Castro” (González y Don Bosco); la segunda columna avanzaba hacia el barrio El Molino, en cuya esquina del “boliche de Martinillo” (1 ° de Mayo y Antártida Argentina) levantaban su tribuna. A una hora precombinada, las dos columnas convergían a la cancha de pelota (Juan B. Justo y Centeno) hasta donde llegaban, en camiones y automóviles, los oradores, dirigentes y masa, ante los ojos azorados de los vecinos del barrio.

Los actos cumbres o de clausura, se lleva­ban a cabo en Plaza Mitre (hoy Plaza San Martín) o frente al Hotel Comercio. En la década del 30/40, ya los oradores se ayudaban con micrófonos y altavoces. Recuerdo siempre a un candidato, don Víctor Lordi, casi siempre orador final en los actos socialistas, que con ademán de tribuno romano retiraba el micrófo­no y decía: “yo para entenderme con mi pue­blo, no necesito de este fierro”, ante la algara­bía de sus compañeros.. Claro, que sus pulmones se lo permitían…”

El día del comido era otra cosa. Candidatos, otros dirigentes, ayudantes, aportaban sus carruajes para ir a buscar a los votantes más alejados o a los más cómodos y que “se hacían rogar”. A las pocas horas de cerrado el comicio, los cómputos provisionales anticipaban al ganador. “Si cantan – decía mi madre – gana­ron los socialistas; si suenan bombas, el triunfo es de los radicales”.

Si ganaban los socialistas, días después el Teatro Español se engalanaba con las bande­ras partidarias; había conciertos y teatro. Recuerdo que un triunfo radical movilizó a casi toda la población en su celebración. Asado y empanadas para todos en “el monte Pardo”, al sur de la ciudad (sobre la hoy Avenida de Circunvalación). Reunida la muchedumbre frente a los tablones y como surgiendo del olimpo, hicieron su irrupción los jinetes radica­les, al frente de los cuales, ataviado de gaucho y envuelto en banderas argentinas, avanzaba el abogado Bacigaluppi. Poreso dije que este político era polifacético y especial. Algunos presentes dijeron “el embanderado es el ‘dotor;y otros, más quedo: “…parece Guemes!.

La Prensa Partidaria

Soberanía popular y libertad de expresión por la prensa, van de la mano en instrucción cívica. Los partidos políticos han hecho uso siempre de tan valioso medio de comunicación. El primer periódico definidamente partidista en nuestra ciudad fue “Germinal”, que luego llegó a ser diario merced a una imprenta que funcionó en la actual Casa del Pueblo. “Germi­nal”, nació junto con el Partido Socialista, en 1913.

Al crearse el partido Radical, en 1916, se fundó el periódico “Tribuna Radical”. En la década del ’30, los radicales imprimían otro diario, denominado “El Parque”. Otras hojas periodísticas han estado siempre al servicio de las causas populares y sufrieron persecucio­nes, incendios y empastelamientos (volcar violentamente las cajas de tipografía) y más recientemente, bombas y disparos de armas de fuego.

Se daba el caso de que se las emparentaba con determinadas corrientes políticas, aunque en el caso de “La Autonomía” su director, el abogado Marcos Molas, decía categóricamente que su diario no era socialista.

Lamentablemente, muchos diarios políticos se han perdido. En el Archivo Histórico de La Pampa nada saben de Tribuna Radical y de El Parque. En cuanto a “Germinal”, su colec­ción completa se perdió en tiempos de la veda política impuesta por el entonces presidente Onganía, cuyo gobierno determinó la disolución de los partidos políticos y la incautación de todos los bienes y documentos. Cuando el general Lanusse hizo posible el renacimiento de los partidos políticos, no se pudo recuperar colección tan valiosa.

De “La Autonomía” rescato y transcribo un artículo cargado de intencionalidad que, opino, hoy día tiene vigencia. Dice asíel comentario de la edición del 28 de marzo de 1923: “Política de ocasión. Habito que debemos desterrar. El dinamismo orgánico de los partidos políticos guarda proporción con el contenido que se dé a sus vistas ideológicas. Las agrupaciones que se constituyen, nombran sus autoridades y se acuerdan del electorado cuando precisan el aporte de su voluntad; no realizan obra honesta, patriótica ni fundamental. Todos los años el fenómeno se repite invariablemente. Quienes nunca se distinguieron por su celo de preparar capacidades, ni siquiera en estar en contacto ni poner un libro al alcance de la masa, se “devanan los sesos” en vísperas electorales para ganar votantes. Falla lo que no debiera fallar jamás, que es la estructura misma de la entidad política. Malo el recurso, poco inteligente el hábito, egoístas los moti­vos. Es ésta una práctica que debemos abandonar en bien de la colectividad y en pro del afianzamiento de ideas y doctrinas que pueden echar raíces en la mente y en el corazón de los hombres, a poco de insistir por la innovación. En el amplio escenario pampeano, tienen campo de experimentación las agrupaciones que se definen concretamente y que no olvidan que uno de los propósitos perseguidos estriba en levantar el nivel de las masas.

Está fechado en 1923, pero a más de medio siglo de distancia el mensaje sigue vigente. ¿O no

Extraído del Libro del Centenario 1892 -1992

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