El ejemplo de Belgrano
Recordar historias
En la 15° Sesión Ordinaria del Honorable Concejo Deliberante el concejal Guillermo Di Liscia (Frepam) expresaba con motivo de la fecha patria del 20 de junio, Día de la Bandera:
Recordamos. Una acción plenamente humana y libertaria. No olvidemos que los conquistadores además de las acciones de exterminio contra los pueblos originarios se ocuparon especialmente en prohibir “recordar historias”, es decir prohibir la poderosa costumbre de repetirnos de padres a hijos, de una generación a otra, nuestra cultura, nuestras creencias, nuestros sentimientos.
La bandera que hoy enarbolamos fue presentada por primera vez el 27 de febrero de 1812 por Manuel Belgrano en Villa del Rosario -actual ciudad de Rosario- teniendo como escenario las barrancas del río Paraná. Se trata de una ceremonia de jura al Congreso Constituyente del año 1813 con la presencia de la enseña bicolor.
En realidad era de un diseño y colores parecidos, no iguales a los actuales, pero ya tenía toda su carga de identidad y si bien fue desautorizado su uso en un primer momento por el gobierno central por razones de política internacional, es el Congreso de Tucumán el que en 1816 apenas unos días después de declarar la independencia, el que reconoce como símbolo patrio a la bandera de las tres bandas azul-celeste y blanco.
El sol, el sol de la bandera, no es en ella un elemento menor. En 1818 se define a la bandera mayor durante el gobierno de Juan Martín de Pueyrredón. Es ese momento en que se introduce el sol incaico -el Inti- en el centro de la bandera, y simbólicamente une para siempre a la naciente Argentina con el destino latinoamericano.
Esa bandera mayor, con el sol, el sol incaico, el sol de mayo ó el sol de guerra sólo podía ser utilizada exclusivamente en organismos oficiales, buques y edificios de la FFAA hasta 1985. A partir de 1985, por norma del congreso argentino, la bandera con sol es la bandera nacional para todos y la enseña sin sol puede utilizarse en ornamentación.
Y respecto a los colores hay tanto para decir que tal vez este momento no alcance. Hay interpretaciones de tipo religioso (los colores del manto de la virgen), de tipo político (la síntesis del color de la monarquía -blanco- con el del liberalismo -azul-), de tipo poético: que el cielo y las nubes, la conjugación de los elementos ornamentales del Perú, la divisa de los morenistas, los colores de las sociedades secretas y patrióticas, y otras interpretaciones más de tipo práctico como que había facilidad en esa época a las telas de color blanco y azul, ó que del botín de guerra del invasor inglés se confeccionaron los uniformes de los primeros regimientos organizados en Buenos Aires.
El asunto es que como está, con sus colores, con su historia y con su sol esa es nuestra bandera y es la bandera que nos une por nuestra historia en común, pero sobre todo por tener, los argentinos, una historia en común para realizar.
No podemos dejar de contar algo sobre Manuel Belgrano. Porque Manuel Belgrano fue el creador de la bandera pero fue muchas cosas más. Y de todas esas cosas más, poco nos cuenta la historia oficial.
Este hombre vivió sólo 50 años y durante su vida no dejó de contribuir fuertemente y desinteresadamente a la grandeza de su patria y al desarrollo de una sociedad basada en el humanismo y la justicia.
En realidad, la principal obra de Belgrano contempla un inmenso aporte a la economía, las ciencias, la cultura y la educación populares.
A los 23 años ya era abogado y acertó a ser Secretario del Real consulado en Buenos Aires, un organismo técnico-económico con poder en la definición de políticas de producción y comercio del Río de La Plata. Decidido fisiócrata, no dejó de impulsar la producción primaria y de generar las condiciones para una economía al servicio de los pueblos. Desarrolla desde ese momento las escuelas de matemáticas, dibujo (la geometría, la arquitectura y la perspectiva: herramientas para todos los oficios), náutica (con una visión de superar el monopolio de los fletes de bandera inglesa) y colabora con varios emprendimientos periodísticos de la época.
Apenas Mariano Moreno funda la Biblioteca Pública de Buenos Aires, Belgrano dona a ella todos sus libros. Impulsa, además la escuela de Música, la de Comercio y es de destacar su decidido accionar en pro de la educación femenina: defendió la educación de la mujer y reivindicó su lugar en la sociedad moderna, y en eso fue el más claro de los hombres de la revolución de mayo.
Participa en las acciones de defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas. Y, por su propio peso protagónico integra la junta provisional revolucionaria de gobierno en 1810.
En 1810 al 1811 y más tarde de 1812 al 1814 tiene una importantísima actuación militar con el ejército patriota destinado a la Banda Oriental y posteriormente con el ejército del Norte entregando el mando a José de San Martín, que lo sucede. También se hace cargo de las tropas que operan en Santa Fe y en 1816 nuevamente del mando del ejército del Perú.
Cuando en 1813 recibe del gobierno central el premio por los triunfos de las batallas de Salta y Tucumán no duda en financiar con esos recursos la construcción de cuatro Escuelas en Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero. Evidentemente en este hombre el decir y el hacer constituían la unidad coherente que sólo lucen los grandes de la patria. Y no sólo eso: también elabora entonces contenidos y formas de organización escolar verdaderamente revolucionarias para la época, destacándose sobre todo el acceso a los cargos por concurso.
El destino de la donación de los 40.000 pesos es una muestra de lo que pueden no hacer sucesivos gobiernos, ya que al día de hoy ninguna de las obras se ha concretado.
Y su labor patriótica lo lleva durante 1814 y 1815 a participar de la misión diplomática en Europa junto con Bernardino Rivadavia. También desde el 1816 se desempeña en varias misiones militares hasta agosto de 1819, fecha en que pide licencia por cuestiones de salud.
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano muere el 20 de junio de 1820.
Nos dejó ejemplo, pensamiento y acción. La síntesis de su mensaje es su propia vida y para más precisión sus palabras: “nadie es más acreedor al título de ciudadano que el que sacrifica sus comodidades y expone su vida en defensa de la patria”.
Nos dejó bandera, un símbolo que nuestros sentidos perciben sin necesidad de explicaciones como el mandato a la unidad nacional y la integración en Latinoamérica.
Las jóvenes y los jóvenes estudiantes, los niños y las niñas estudiantes juran -o prometen- todos los años a la bandera. Y así recuerdan.
Todos recordamos. Y lo hacemos en el sentido preciso del origen de esa palabra: re-cordis, que es hacer pasar de nuevo por nuestros corazones las historias de los hombres que nos guían para convertir esta ciudad en una comunidad.