Discurso del Escritor Edgar Morisoli

Aquí el discurso del gran Edgar Morisoli

Sr. Intendente, Sr. Presidente del Concejo Deliberante, señoras y señores Concejales, amigos, público presente, seres queridos. En primer término vaya un sincero agradecimiento hacia este Concejo por la distinción otorgada, la cual al margen de resultar a mi criterio francamente excesiva, constituye sin duda un acontecimiento muy grato en mi vida, más aún por coincidir con los treinta años de la democracia recuperada. Yo nací en 1930, fecha fatídica de la historia argentina, umbral de lo que José Luis Torres llamó la Década Infame y que inauguró la serie de golpes de estado y consiguientes rupturas del orden constitucional con dictaduras cada vez más cruentas, cada vez más criminales, cada vez más perversas hasta llegar al oprobioso régimen que cesaría en 1983. Sufrí por ello, lo que todos los argentinos del pueblo llano, ya que la interrupción de la democracia solo favoreció reiteradamente a los sectores del privilegio, que junto al imperio de turno alentaron, financiaron y respaldaron esas dictaduras que desnaturalizaron la vida cívica del país por más de medio siglo. Eso significa en síntesis que estos treinta años que celebramos constituyen para quien les habla, el período más largo de democracia vivido en toda mi existencia. Treinta años sin cesantías, sin pérdidas de puestos de trabajo y la consiguiente penuria económica, sin obligado alejamiento de mi familia, sin proscripciones ni marginaciones. Y este marco cuya trascendencia acaso no alcancen a calibrar, exactamente las nuevas generaciones formadas a partir de 1983, es lo que realza la decisión tomada por este Concejo de la democracia al honrarme con la presente distinción. En ocasión afín a la de hoy, expuse algunos conceptos que no es el caso repetir pero si subrayar ciertas líneas de pensamiento que configuran un ideario cívico y en mí vienen de muy lejos. Yo soy oriundo de un pueblo agrario de la llanura santafecina surgido con la inmigración, pequeño a la fecha de mi nacimiento. Independientemente de la categoría institucional y el tamaño demográfico no se hablaba allí de comisión de fomento, ni de municipalidad, se hablaba de la comuna, me crié oyendo esa expresión, la comuna. Es decir lo que pertenecía al común, a todos los vecinos, donde resonaba su voz, cada voz y valían sus derechos como iguales. En la ocasión aludida dije que ojalá nuestra municipalidad en su esencia nunca deje de ser ¨la comuna¨. Porque en ello está la verdadera garantía de democracia. Y hoy lo repito como ciudadano común que soy, ciudadano en común en esta ciudad donde comparto y reivindico el sentido igualitario y solidario que sus habitantes supieron plasmar en muchas formas pero cuyo ejemplo más señero es el movimiento cooperativo. En esta ciudad de hoy con rejas y alarmas, al parecer inevitables, me ufano de vivir donde siempre, en el Pasaje Pringles y en una de las cuatro viviendas que conservan todavía la fisonomía originaria del que fue llamado Barrio Molas en Villa Santillán Oeste. En ese pasaje, en ese barrio la vecindad no es una simple circunstancia catastral, un azar inmobiliario. La vecindad es allí un valor, un valor social a preservar, pues implica también como en el caso cooperativo, lo solidario, lo igualitario, lo compartido y en más de un ejemplo ha sido cimiento de algo mayor, una de las cosas por las cuales la vida merece ser vivida, una amistad. Por último con lo respecto a lo por mi vivido y actuado, pienso, que no es tan personal, tan individual, tiene mucho de colectivo, de grupal, de mutuo. Y en todo caso es muy poco frente a tanto que me han dado La Pampa y los pampeanos a lo largo de casi seis décadas. Aquí encontramos nuestro lugar en el mundo, es la tierra que elegimos para vivir, para trabajar, para crear, para radicar una familia que hoy se ramifica en nietos y bisnietos. La tierra en la que sin duda haremos mutis por el foro en algún día que deseo lejano, muy lejano o al menos lo bastante como para poder concretar los diversos proyectos que tengo en estudio, editar los libros todavía inéditos y seguir participando en la medida de mis fuerzas, ya que entusiasmo es lo que sobra, en esta hora histórica, en esta hora espléndida del continente, en que los pueblos de América despiertan casi al unísono para construir por la vía de la democracia sus propio destino, un porvenir más libre, más justo, más en armonía con la Ñuke Mapu. Les agradezco la atención y nuevamente les doy muchas gracias.

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